sábado, 13 de junio de 2009

Una investigación señala que los caleños comen mucha 'chatarra'



El informe presentado por Cedetes dice que a los jóvenes no les gusta la comida saludable.
A la hora de comer empanadas, hamburguesas, y otro tipo de fritos muy apetecibles, los caleños no tienen competencia.Pero si se trata de consumir frutas y verduras, apenas un 11 por ciento de los mayores de 14 años tienen incluidos estos alimentos dentro de su dieta.
Los datos están contenidos en un estudio realizado por el Centro para el Desarrollo y Evaluación de Políticas y Tecnología en Salud Pública (Cedetes), de la Facultad de Salud, de Univalle, en convenio con la Secretaría de Salud Municipal.
Según las mismas cifras, los hombres son más consumidores de la 'comida chatarra', con un 14 por ciento, frente a un 7 por ciento de las mujeres.
Ese panorama tiene preocupadas a las autoridades locales, debido a que este porcentaje de la población que no consume comida saludable es más propensa a enfermedades cardiovasculares como infartos al corazón, derrames cerebrales y taponamientos arteriales en diferentes partes del cuerpo.
Ligia de Salazar, directora de Cedetes, afirmó que "las personas que prefieren alimentos ricos en grasas saturadas y harinas, por encima de frutas y verduras, tienen dos veces más riesgo de sufrir de hipertensión que aquellas que tienen buenos hábitos alimentarios".
El estudio también reveló que las personas de los estratos 4 al 6 y con un nivel académico entre técnico y profesional tienen una alimentación más sana.
Además, que las personas de 35 a 44 años, y los mayores de 65 prefieren las frutas y las verduras. La otra gran preocupación de Cedetes es que por el lado de los jóvenes hay menos inclinación hacia hábitos alimentarios sanos. Este centro hace parte del Comité Interinstitucional de Enfermedades Crónicas, en el que también están las secretarías de Salud de Cali y del Valle, y por eso hacen evaluaciones permanentes de consumos.

Las tarántulas fritas son el tentempié más apreciado en Camboya


Ni patatas chips ni palomitas, en Camboya no hay mejor tentempié que comerse una buena tarántula, el más reputado y apreciado manjar de entre todo el abanico de insectos e invertebrados que en general les gusta picar a los camboyanos.
Los vecinos de la pequeña aldea de Skuon, a unos 70 kilómetros al norte de la capital, Phnom Penh, se chupan los dedos devorando los cucuruchos de araña fritas. Los comerciantes venden las tarántulas, fritas con ajo y hierbas, amontonadas en bandejas de madera.
El pueblo, estratégicamente situado en la confluencia de las carreteras que llevan a los milenarios templos de Angkor, Laos y Phnom Penh, es parada habitual de viajeros y allí les esperan los vendedores de insectos.
El producto tiene una notable salida y el cliente no pierde el tiempo en protocolos innecesarios para disfrutar del refrigerio. Se empieza por las patas, crujientes y delicadas, de un sabor que recuerda a las gambas al ajillo, y se culmina con el abdomen, cuyo regusto ligeramente rancio aprecian sus seguidores.
Cada puesto suele tener un pequeño cubo con tarántulas vivas, para quienes prefieran llevárselas a casa para prepararlas allí, aunque por lo general la manera más popular es freírlas y ponerlas en la mesa recién salidas de la sartén, de forma que en el momento de comerlas estén al máximo de crujientes, explican los camboyanos.
Para los neófitos que empiezan a adentrarse en este mundo culinario, más que el sabor o la textura, lo que distingue las tarántulas de cucarachas, gusanos o saltamontes es su precio, mucho más caro que el de la mayoría de insectos.
Unos 2.000 riel (medio dólar) por unidad se paga por una de estas peludas arañas, frita o viva y coleando, cuatro veces más que la langosta, de tamaño similar.
"Cuesta mucho encontrarlas y además es peligroso porque tienen veneno y pueden morderte", explica Sina, una de las vendedoras de bichos que asegura conocer a más de uno que ha perdido la vida por una picadura de tarántula.
Industria de lujoEl negocio le reporta cada mes hasta 250 dólares, una cantidad nada despreciable en la empobrecida Camboya, donde la mayoría de la población sobrevive con un dólar diario y un obrero de la industria textil cobra 90 dólares mensuales.
Skuon tiene fama de vender las tarántulas más sabrosas de Camboya, hasta el punto de que las autoridades turísticas lo promocionan como la "ciudad de las arañas".
Lo curioso es que el producto estrella de Skuon procede de otra localidad distante unos 50 kilómetros.
"Arañas aquí no hay ninguna. Vienen todas de Kompong Thom. Lo que pasa es que las vendemos aquí porque es donde paran todos los autocares", explica otra comerciante.
Sin otra cosa que llevarse a la bocaEl inicio del consumo de tarántulas en Camboya se remonta a los famélicos años del régimen del Jemer Rojo, que gobernó Camboya de 1975 a 1979 y después libró una cruenta guerra civil contra las tropas gubernamentales hasta su desintegración, a finales de la década pasada.
Según cuentan los veteranos de aquella época, la población padeció tal hambruna que se lanzó a comer todo tipo de cosas para completar el revolucionario cazo de agua y arroz con el que los líderes maoístas alimentaban a la nueva sociedad socialista agraria que vislumbraban.
"¿Desde cuándo se comen las arañas? Desde que hay arañas", responde Lin, una jovencita que ofrece piñas con una llamativa tarántula paseándose por su camisa, una imagen que hace las delicias de los turistas que llegan a Skuon